El fango y la vergüenza
No recuerdo cuántos años tenía entonces, pero lo que sucedió aquella mañana nunca lo he olvidado.
El patio de la escuela aún no había sido construido y comíamos el bocadillo en un descampado embarrado.
Cuatro niños mayores me rodearon, me agarraron por las muñecas y los tobillos, y me llevaron en volandas a través del descampado.
«¡No he hecho nada!», chillaba, pateando el aire mientras escuchaba risas.
¿Y los maestros? ¿Dónde estaban?
Los que me agarraban por los tobillos me soltaron de golpe. Caí de culo al fango. Los que tiraban de mis muñecas siguieron adelante, arrastrándome.
El barro se colaba en mis pantalones, amontonándose en mi cintura, y temí perderlos con cada tirón. Sentí vergüenza y cerré los ojos para no ver a nadie.
Los niños me llevaron ante una niña mayor. «Este no es», dijo ella.
Y me soltaron allí, en el suelo, no me pidieron perdón.
(Los 80 no son tan idílicos como la nostalgia pinta, sobre todo para las personas que no somos como los demás; las personas que, por alguna razón, somos culpables por pensar diferente y hacer cosas que otros no hacen).
Durante años, aquella mañana de terror y vergüenza venía a mi cabeza cuando la vida me abrumaba. Acallaba la memoria con videojuegos. Me hice adicto. Sin embargo, aquella mañana acabó por enseñar algo a mi yo escritor…
Escribir desde fuera: la mirada de la cámara
En 2007 estaba en la enésima reescritura de un drama carcelario para televisión con la guionista Laura Muñoz, a pocos meses del rodaje.
Nos repartimos las escenas.
Yo debía escribir sobre el ingreso en prisión de la protagonista. Es una mujer jovencísima, asustada. Asesinó en defensa propia a su padre para defender a la madre de malos tratos. Su madre negó los hechos. Su abogado era inexperto.
Era necesario que la escena fuera emotiva porque trabajábamos partiendo de un hecho real que Laura conoció por una funcionaria de prisiones.
Laura, con formación actoral, me retó a escribirla como un relato en primera persona.
Eso lo cambió todo.
Escribir desde dentro: en la piel del personaje
Más allá que la descripción de la cárcel, ¿cómo ponerme en la piel de nuestra joven protagonista? ¿Cómo mostrar la vulnerabilidad?
Las dudas me llevaron de vuelta a aquella mañana en el descampado. Pero esta vez no aparté la memoria. Me obligué a recordar cada detalle.
Volví a ser el niño frágil, el que siempre se ponía enfermo, tan delicado que protestaba por nada, y volví a preguntarme por qué a mí.
Pasé de mirar al personaje como lo hace una cámara a ponerme en su piel.
Escribí en primera persona sobre la desolación de nuestra protagonista: rota, encanijada, confusa, avergonzada. Yo en el barro.
Envié el relato, tres páginas, a mi colega de guion. Ella, tras leerlo, me envió un mensaje: «Por cosas así merece la pena escribir». Transformé el relato en una escena de guion en primera persona, aunque los productores la recibieron en tercera persona.
«Es demasiado dramática», soltó uno de los productores. ¡Ah, la televisión!
Aunque la escritura era minimalista, casi invisible, los matices del lenguaje la cargaban de drama.
Aquella escena se cayó de la película Violetas (2010) que muestra a la protagonista cuando ya lleva años en prisión, pero marcó el tono. (Que las escenas caigan no es raro, como comento en Cómo conseguir el tono). Esta técnica marcó mi escritura desde entonces, y creo que cambió el contenido de mis sueños: en ellos me vi encarnado a otras personas: una niña negra de Alabama, un anciano inglés, hasta una olla de bruja con ojos y boca…
Mamet, Nolan y más
Con los años, descubrí que otros guionistas también usaban o usan técnicas de introspección, sacadas del teatro, para sus guiones.
Mamet y la Escuela Estética Práctica
David Mamet, creador junto a William H. Macy de la Escuela de Estética Práctica, envió un memorándum a los guionistas de The Unit —serie creada por él— proponiendo escribir cada escena siguiendo los tres principios que enseñaba a los actores:
¿Qué quiere un personaje que haga otro en este momento?
¿Qué pasa si no lo consigue?
¿Por qué lo quiere ahora?
Estas preguntas rompen con las clásicas «¿Qué pasa ahora?» «¿Qué pasaría si…?», que apuestan por la sorpresa antes que por las necesidades de los personajes.
Suelo plantear las preguntas de la Estética Práctica a quienes buscan mi ayuda en la reescritura de guiones. He visto que, con frecuencia, ayudan a desbloquear historias atascadas y descubrir matices que enriquecen la escena.
Claro, no todos buscan lo mismo: Hitchcock prefería que sus personajes fueran planos, pero recurría a actores carismáticos como Cary Grant o James Stewart para darles vida. Pero los guionistas no decidimos qué estrellas encarnarán nuestros personajes. Nuestra obligación es esmerarnos en darles alma con nuestra escritura. Y la escritura en primera persona, como método de exploración, funciona.
Por algo, Rod Serling (Dimensión desconocida) dijo:
«Todo escritor es un actor frustrado que recita sus líneas en el auditorio oculto de su cráneo».
Y tenía razón. Si Shakespeare está considerado como el mayor dramaturgo de todos los tiempos, ¿no será porque él mismo actuaba?
Nolan y la escritura en primera persona en Oppenheimer
Sonreí cuando supe que Christopher Nolan había escrito partes de Oppenheimer en primera persona y se lo entregó a los productores. También sentí cierta envidia por su atrevimiento.
En concreto, están en primera persona las escenas donde el científico es protagonista. Es una decisión literaria e inteligente: permite a Nolan explorar lo que siente Oppenheimer y cómo lo perciben los demás.
Nolan comentó que la representación en el cine de la inteligencia o el genio es complicada. Tiene razón. No admiramos la inteligencia de Sherlock Holmes o Hannibal Lecter, sino cómo la exhiben. Pero esto es un acercamiento superficial a la inteligencia.
Nolan declaró (Empire): «Hay que entrar en la cabeza de este tipo. Debemos ver el mundo como él lo ve, los átomos moviéndose, la forma en que imagina las ondas de energía, el mundo cuántico»
Y lo consiguió. Los biopics rara vez triunfan en taquilla, sobre todo si el protagonista es un científico. De hecho, antes de su estreno, los analistas de taquilla no apostaban por Oppenheimer en una cartelera saturada de secuelas, precuelas y superhéroes. La escritura en primera persona ayudó a Nolan a que Oppenheimer fuera un tipo cercano al público, conociera al genio y compartiera sus dilemas morales.
Sea como sea, incluso si el guion final está escrito en tercera persona, escribir ejercicios en primera persona puede ayudarnos a captar qué siente y piensa el protagonista en un momento concreto.
Esto puede marcar la diferencia entre un guion plano y otro lleno de matices.
Un proyecto en progreso: un guion del videojuego
Desde hace unos meses, estoy escribiendo un guion de videojuego en primera persona.
En un primer borrador, escribí páginas en tercera persona, como este momento:
La playa está desierta.
Rober está tendido bocabajo, con la ropa puesta, en la franja donde el mar se encuentra con la arena.
Despierta.
Se arrastra por la arena. Ahora su cuerpo está alejado del agua. Pierde el conocimiento.
En los guiones abundan líneas como las de arriba, escritas con piloto automático. ¿Cómo podría la escritura en primera persona enriquecer la escena?
Estoy tendido bocabajo, completamente vestido, en la franja donde el mar se encuentra con la arena.
Siento la boca llena de sal. El sol me quema la cara y las manos. Abro los ojos con dificultad, los entrecierro ante la violenta luz.
Granos de arena brillan como cristales rotos. Un bicho traslúcido, diminuto, con ocho patas, pasa ante mí, rumbo al agua.
Clavo los dedos en la arena, me impulso hasta apartar mis pies de las olas. La ropa empapada me pesa, pegándome a la tierra mientras trato de arrastrarme lejos del agua. El rugido del mar resuena agresivo. Trato de tomar aire. Cierro los ojos.
Oscuridad.
Escribir para conectar personas
Esta forma de escritura inmersiva también acerca el guion a la manera en que Paul Auster o Graham Greene trabajaron para el cine. Greene escribió en el prólogo de El tercer hombre:
«Para mí es imposible escribir el guion de una película sin antes escribir un relato. Una película no depende solo de una trama argumental, sino también de unos personajes, un talante y un clima, que me parecen imposibles de captar por primera vez en el insípido esbozo de un guion convencional».
Ya sea con técnicas teatrales o literarias, el acercamiento en primera persona a la escritura del guion nos recuerda que nuestro trabajo como guionistas es facilitar la lectura a quienes deben leerlos —productores, directores, actores— y sugerir a través de ello imágenes que puedan calar en el público.
Somos personas que escribimos sobre personas para personas.
Si eres guionista y buscas mejorar tus guiones en la reescritura, puedo ayudarte. (Incluso con opciones asequibles). Envíame un correo a jmelendezmartin@gmail.com o contacta por LinkedIn. Leeré tu trabajo con mimo, te daré comentarios constructivos para que tu historia tenga personalidad propia y no sea otro cliché más. ¡Tú haces historias únicas, no tuercas!
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